Muerte en la sauna

Mientras se dirigía a su nuevo destino, todavía cubierto en sudor por el ambiente de la sauna, Bob pasó al lado de un caballero de aspecto ligeramente arrogante con un fino albornoz. Se quedó tan absorto mirando el fino albornoz color escarlata y bordado con hilos dorados que casi choca con una joven. La mujer rubia se disculpó, ya que ella también estaba algo distraída. "Tranquila, está bien", respondió Bob.

Como era de esperar, la sauna finlandesa estaba muy frecuentada. Sin embargo, aún pudo conseguir un lugar cómodo en el rincón opuesto al horno de la sauna. En cuanto se puso cómodo, el empleado de la sauna apareció por la esquina con un cubo y una pala.

Antes de que este terminara, algunos rezagados aprovecharon para encontrar rápidamente un lugar libre en la sauna. A continuación, el empleado de la sauna cerró la puerta y echó una gran cucharada de agua sobre las piedras calientes del horno. Una gigantesca nube de vapor se expandió por toda la sala.

Tras varios minutos, el empleado volvió con una bandeja de pequeños refrescos de naranja. A Bob le gustaba especialmente el zumo de naranja por lo que vació el vaso de un tirón y lo devolvió a la bandeja. Una vez que el empleado hubo recogido todos los vasos, los sacó fuera y a continuación, reapareció con un cubo y una paleta para la segunda infusión. Mientras tanto, otra persona se apresuró a entrar en la sauna y se sentó junto al horno, en el escalón más bajo. Algunos invitados murmuraron con desaprobación, pero tras varios instantes, todos los asistentes guardaron silencio y se centraron en disfrutar del momento.


Una enorme nueva nube de vapor se extendió por la pequeña sala. Sin embargo, incluso antes de que el empleado de la sauna pudiera continuar con el ritual con la toalla, un grito espeluznante desgarró el aire húmedo y caliente.
Sólo cuando el vapor se había extendido un poco, los sorprendidos visitantes vieron el motivo del grito. Un joven yacía en el suelo junto a la estufa de la sauna, cubierto de sangre. Tenía un profundo corte en la garganta por el que sangraba abundantemente.

Bob abrió los ojos de inmediato. Cogió la toalla del empleado de la sauna y le dijo que llamara a una ambulancia, mientras presionaba la toalla enrollada sobre la herida abierta. Después de que el médico de urgencias se ocupara del joven y lo llevara a la ambulancia, el detective Bob pidió a todos los invitados que se retiraran a una sala de descanso contigua.

Muchos de los invitados estaban todavía en estado de shock y no podían aportar nada útil para aclarar el inesperado acto. Una joven y dos hombres habían quedado especialmente afectados.
Bob identificó a la chica rubia que casi lo derriba antes de entrar en la sauna. Estaba sentada con las manos cubriéndose la cara, blanca como una sábana, y temblando. La chica había estado sentada junto al hombre, pero no se había dado cuenta de nada en absoluto. El cuerpo de este había caído contra su hombro y luego al suelo.

Mientras Bob seguía escuchando el testimonio de otro de los hombres que habían estado presentes en la sauna, vio que otro hombre al que pretendía interrogar posteriormente se tambaleaba peligrosamente. Antes que este se desplomara, Bob le ayudó a tumbarse en el suelo cuidadosamente y a poner los pies en alto. Tenía las manos tan frías que parecía como si las hubiera metido en la nieve fresca. Él también declaró que no podía recordar nada porque estaba muy conmocionado.

Después de terminar sus entrevistas, el detective Bob echó un vistazo a todos los presentes. Nadie había notado nada especial. Nadie había hecho ningún comentario sospechoso.

Bob pensó que, tal vez, la escena del crimen podría darle más pistas. Sin embargo, por más que buscó, no encontró ningún arma ni ningún objeto que pudiera haber sido usado para realizar la herida del cuello de la víctima. Estaba seguro de que tendría que encontrar un cuchillo, una daga o algo similar, pero resultaba realmente imposible que los visitantes de la sauna pudieran introducir nada dentro de la sauna.
Lo único que encontró, para su disgusto, fue la sangre de la víctima en el banco de madera y en el suelo frente a la estufa. Ningún rastro de cualquier posible arma homicida.

Entonces, ¿cómo pudieron matar al hombre sin que se encontrara un arma?
De repente, Bob recordó al hombre de las manos heladas. También estaba en la sauna. ¿Por qué tenía las manos tan frías? Eso era realmente misterioso.
La cara de Bob se iluminó. "El hombre delgado con las manos frías entró en la sauna justo antes del asesinato. En su toalla de sauna había traído un cono de hielo grande y muy puntiagudo. Lo clavó en el cuello de la víctima. Luego dejó caer el cono y con el calor de la sauna se fundió rápidamente en agua".
Un asesinato casi perfecto.

Bob disfrutaba plácidamente de su estancia en la sauna, cuando un grito le hizo volver a la realidad. Un hombre yacía en el suelo, con una gran herida en su cuello. Sin embargo, ninguno de los presentes había visto nada sospechoso, ni había rastro alguno de cualquier posible arma homicida.